Literatura y sociabilidad
Agosto de 2015
“En mi día a día no encontraba con quién hablar sobre libros.»
Matías Gómez, booktuber de la Feria 2015.
Para los booktubers, leer es sinónimo de compartir. La comunidad de adolescentes y jóvenes dados a comentar en Youtube sus lecturas llegaron al libro por la recomendación de sus pares, tanto porque lo leyeron en un blog o en una video reseña de otro lector. El camino usual para llegar al libro antes del cambio de milenio era la mediación de la institución escolar. Docentes y bibliotecarios dejaron de ser los intermediarios privilegiados de una literatura que se concibió por fuera de las prácticas escolares. En las lecturas por impulso, según la investigación de Gemma Lluch sobre “Las nuevas lecturas deslocalizadas de la escuela”, los libros son “pensados o diseñados desde su escritura para complacer a un lector joven crecido con los relatos audiovisuales de los juegos de ordenador o de las series creadas originalmente para la televisión”. La promoción de esta literatura se inscribe en los mandatos del marketing experiencial donde prevalece la interacción, la vivencia, el sentimiento y la instantaneidad gracias a las redes sociales. Según Lluch las novelas por impulso, que pasan por alto la escuela como mediadora, suelen contar con abundancia de diálogos porque “da la sensación al lector de que los hechos acontecen en «tiempo real»”, se reduce la descripción por la hibridación de géneros, se acelera el ritmo narrativo, el narrador establece un mecanismo de confidencia con el lector para lograr su identificación a la vez que “cuenta hechos y excluye los detalles, descripciones o reflexiones que provoquen una pausa o una ralentización del ritmo narrativo”. Pero aun así, es imposible fabricar best sellers como Harry Potter, por más que se puedan estabilizar las principales características de las novelas preferidas por los booktubers.
La promoción de la literatura infantil y juvenil llevó a los autores a tierras extrañas que eran visitadas por sus lectores, por fuera de los canales de consagración literaria como los suplementos culturales. Los autores se mudaron del papel a la pantalla. Los compradores ya no son los padres que se acercan al mostrador de la librería con la lista de lecturas complementarias escolares sino los adolescentes. Los booktuberspotencian el clásico sistema de recomendación boca-oreja en un mundo digital donde las recomendaciones sociales son determinantes en un proceso de compra, para elegir un restaurante o contratar un servicio. Las propuestas de las librerías españolas asociadas en el Club Kirico, que trabajan en el fomento de la literatura infantil y juvenil, se pueden complementar con las acciones de sus lectores en las redes sociales. Las librerías y bibliotecas pueden ser aliados de los jóvenes lectores. El club de lectura fue usualmente una propuesta centrada desde el ámbito bibliotecario, donde se comentaba el libro leído en un marco de escucha y respeto por las opiniones ajenas. Los bibliotecarios, aquellos que se consideran gestores culturales y no simplemente un data entry reglado por la CDU, establecieron recetaspara llevar adelante un club de lectura. Las librerías incorporaron los clubes de lectura como un espacio de sociabilidad entre sus clientes, como lo demuestra la experiencia de la Librería Sophos. La investigación de Lluch destacó que internet “facilita el intercambio para encontrarte entre iguales sin el esfuerzo de superar la vergüenza, ayuda a crear lectores que se sienten a gusto hablando de sus preferencias, intercambiando lecturas, hablando con sus autores, en definitiva, sintiéndose que forman parte del proceso del libro”; por lo que apostar desde el mercado del libro en los espacios de sociabilidad literaria, tanto presencial como virtual, puede ser una propuesta para hablar sobre libros y no estar solos.
Matías Maggio Ramírez, para «Noticias del Libro».