Ante la muerte del querido librero Miguel Ángel Morelli
Hoy amaneció todo gris, ¿cómo puede ser si el sol brilla en lo alto y no hay ninguna nube a la vista? Si en la tele, no dejan de decir que permanecerá todo el día soleado y sin embargo miro y no puedo ver a través de la niebla, hago fuerza, pero se me sigue oscureciendo la vista.
No me salen las lágrimas, no estoy tan “de-construido” como quisiera en estos tiempos, para que aparezcan, sin embargo se que me pasa: se fue un amigo, sí… sí, era un librero, pero primero un amigo. Claro no todos conocían a quien falleció hoy, si lo hubiesen conocido se sentirían por lo menos en parte como yo, y debe haber muchos que en este momento sienten lo mismo.
Falleció Miguel Morelli, dueño de Librería de Ramos en Quilmes, todos los de esa zona y los que tienen algo que ver con el libro, saben de quien hablo: periodista, claro, los miles que los escucharon o leyeron sus notas también saben de quien hablo; escritor, los que leyeron sus poemas o cuentos desde ya, que saben.
A Miguel lo conocí allá por 1978, él 23 años, yo 22 y aunque tenía en mi haber 3 años de librero, él ya me sacaba clara ventaja en experiencia y conocimiento, sus consejos me ayudaron mucho para que todavía permanezca en este oficio. Todavía me río porque fue él, el que me hizo conocer a Orwell, ¡yo era librero y yo nunca había escuchado de ése señor! Cómo no recordar esas largas charlas cuando me contaba de su Coronel Suarez natal, o hablábamos de nuestros hijos, niños en ese entonces.
La vida nos fue llevando por diferentes caminos, pero siempre estuvo ese lazo, como olvidar esa frase, simple pero contundente, cuando me enteré que iba a ser abuelo, para graficarme lo maravilloso e inexplicable de ese sentimiento, y me relató que mirando un partido de fútbol su nieto al ver que el delantero erraba el gol se paró ante el televisor y le dijo:» ¡no! ¡tenías que pararla de pecho y darle de bolea!». Ese momento de comunión, esa misma pasión, esa impronta que podemos dejar y que nos regala la vida, la llevo presenta en cada entrenamiento en la que acompaño al mío. Solo un abuelo, sabe de lo que estoy hablando.
Claro, estas palabras no se tratan de mí, sino de vos Miguel, pero no puedo hacer una semblanza de lo que fuiste, sin relatar lo que me sucede con vos y la puta, esta enfermedad de porquería te llevó, aunque todos creemos que estamos a salvo, pero vos estarás siempre en mi corazón y en el de muchos más.
No importa, o un poco tal vez, todo lo maravilloso que fuiste como profesional, librero, periodista, escritor o para ser más justo, pongamos escritor primero como te gustaría. Importa el maravilloso ser que fuiste. Tu compañera y tus hijos que estarán en estos momentos desolados, con el tiempo se sentirán afortunados de poder haber estar a tu lado, de ser la primera línea de tus afectos, de poder atesorar los recuerdos y vivencias que dejaste. Vayan mis abrazos y afectos, el de todos los que lo conocían y lo querían, son tantos los que quisieran dárselos que es imposible nombrarlos.
No puedo despedirme Miguel, al fin afloran las lágrimas, quiero decirte aunque no puedas leerlo, todo lo que te quiero.
Gracias por todo
Hasta siempre compañero.
Carlos Morón. Librero. Protesorero de la Fundación El Libro.